SERGIO BLANCO
Me gusta definir a la autoficción como una voluntad, como un deseo, como una aspiración a trabajar con las vivencias de uno pero proyectándolas hacia un campo de ficción. La idea principal de esta poética es que la historia personal de quien está escribiendo sea transformada y modificada por el crisol de la ficción. Esto último es lo que hace que la autoficción no solo interpele el vínculo entre la verdad y la mentira sino que cuestione y problematice el asunto de la identidad, proponiendo la idea de que estamos habitados por varios hogares identitarios que podemos construir y deconstruir en todo momento. Contrariamente a lo que la gente piensa, el emprendimiento autoficcional no es un acto de amor propio, sino que es un acto de modestia, es decir, antes de ponerme a hablar de los demás, me pongo a hablar de mí mismo. Al fin de cuenta se trata de un acto de entrega muy humilde en donde doy mi yo a los demás porque es lo único que tengo para dar: voy a prestar mi yo para que a partir de él se pueda tramar algo.