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19 ENE

Leer y comer desde la Antigüedad: El infinito en un junco.

Por Gabriel Jaime Murillo
Leer y comer desde la Antigüedad: El infinito en un junco.

Nada hay más placentero en la vida que disfrutar de la buena mesa y del buen libro, aun privados de los placeres del lecho. Ha llegado a nuestra vitrina un libro pletórico de los tres placeres, con un título que rinde tributo a la inteligencia poética: El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo.

De esos arbustos silvestres que crecen en las orillas húmedas de los ríos, como las del Nilo, se fabricó la materia prima para confeccionar los rollos de papiro donde plasmar los asombros, sueños y eventos memorables de la aventura humana. Desde las cosas finitas de todos los días hasta el infinito del universo. Una historia de hace ya miles de años.

Grecia y Roma son vistas aquí en todo su esplendor, pero también en la mezquindad propia de los asuntos terrenales. De frente al ejercicio de ese invento tecnológico mayúsculo como es la escritura, a través del despliegue de una crónica de los métodos de producción, ordenación, archivo y circulación del incesante conocimiento humano, que es a su vez la historia de las bibliotecas, museos y archivos de la Antigüedad. Una crónica contada con delectación, con humor y con sorprendentes guiños al presente en que vivimos. No es un tratado de aliento académico. Lo es más bien de conversación erudita o, mejor, de exquisito entremés en la mesa o el lecho.  

Elegimos para ustedes este fragmento que ilustra la pasión de los griegos antiguos por componer listas (Los siete sabios, Las siete maravillas del mundo), y que se anticipa por veinte siglos a las Guías Michelin de hoy:

Encontramos una lista de los Siete Grandes Cocineros Griegos en un curioso ensayo del siglo II titulado Deipnosofistas. En él, un cocinero erudito enseña a su aprendiz los nombres de los siete chefs más ilustres y la especialidad de cada uno: Agis de Rodas y sus perfectos asados de pescado; Nereo de Quíos, que cocinaba un congrio digno de los dioses; Caríades de Atenas, el maestro de los huevos en salsa blanca; Lamprias y el caldo negro; Aftoneto, creador del embutido; Eutino, el gran cocinero de las lentejas; Aristón, el inventor de numerosos guisados; entre ellos la cocina por evaporación –lo que hoy llamaríamos cocina de autor–. Y concluye: “Ellos se han convertido en nuestros segundos siete sabios” (pág. 160).

 

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