HECTOR ROJAS HERAZO
De Respirando el verano los lectores de hoy podrán identificar ecos en obras fundamentales de nuestro país. Por ejemplo, muchos críticos como el norteamericano Seymour Menton recuerdan que esta novela es el gran antecedente colombiano de la obra cumbre de García Márquez. Son muchas las miradas comunes y obsesiones por contar en ambas obras una saga familiar, en un pueblo imaginario donde la abuela es el centro de la casa, de la familia y de la sociedad misma y en el que la memoria, el polvo y la ruina son el escenario mágico de unos hechos donde el telón de fondo es la historia misma del país. Es, sin duda, una novela sobre la belleza que hay en la ruina, en todo aquello descolorido por el paso del tiempo y los secretos que esconden las grietas y los escombros. Macondo en los mapas puede estar en el bajo Magdalena, El condado de Yoknapatawpha de William Faulkner a orillas del río Mississippi y Santa María de Juan Carlos Onetti podría ser perfectamente un pueblo a orillas del río de La Plata, Cedrón es un pueblo costero caluroso donde el salitre del mar modifica los colores del paisaje. Esa casa podría ser perfectamente la casa de todos, a la que regresamos en sueños, donde fuimos felices alguna vez y donde la imaginación fue ilimitada. Es la casa de la fiesta y también de la muerte, es la casa que se va pareciendo a sus moradores.